Qué dos palabras tan fáciles de decir. ¿De verdad las sientes cuando me las susurras al oído? Creo que tu concepto de querer y el mío no son exactamente iguales. Tú vienes de la locura, del desenfreno, de vender tus besos a una boca diferente cada noche. Yo, de la seguridad de un amor pasado, de la inocencia, de la ingenuidad. Contigo, ahora todo es aprender. Experimentar cosas nuevas, cosas por las que tú ya has pasado y yo no, me siento como una niña pequeña del parvulario, al lado de un licenciado en el amor. Quiero que me enseñes lo que sabes, pero no sé si tú tienes la paciencia suficiente como para aguantar mis retrasos, las cosas que no entiendo, el levantar la mano en medio de clase para que vengas y me lo expliques, despacito, con cariño, con una sonrisa de ésas que te cambian la cara, de las que me gustan tanto. Amar es entender a alguien, y darte igual lo que digan los demás. Es tener las cosas claras, no querer acelerar las cosas, si no dejar que surjan. Es hacer sentir seguro a quien tienes al lado. Es ver que tu ahora es mucho mejor que tu pasado. Te voy a hacer una pregunta: ¿eres feliz conmigo? Estoy bien, pero podría estar mejor, me dirás. ¿Y cómo quieres que esté contigo sabiendo que no te hago feliz, o no del todo, por lo menos? Al coger mi mano, aceptaste mi manera de ver la vida. Y yo la tuya. Y no coinciden. ¿Qué hacemos? Quisimos intentarlo, y cada día me doy más cuenta de que estás cumpliendo tu promesa, aquella de enamorarme. Mierda, que va en serio. Dos enamorados, pero con distintas metas en la vida. Difícil, ¿no? Necesitamos paciencia, solo eso... Paciencia...
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Tiene en los ojos girasoles, que no saben de frases de poetas, no señor. |