Seguidores

NO COPIAR.

Por favor, NO COPIÉIS SIN MI PERMISO. Si os gusta alguna entrada y la queréis poner en vuestro blog, ningún problema, siempre que:
1. Me lo digáis a mí primero.
2. Pongáis que lo he escrito yo.
Ya me han copiado más de uno y no me ha hecho nada de gracia.

Un beso.

Buceando en mi interior

Mi foto
Me gusta dormir. Muchísimo. Y la nieve, ver el cielo blanco un día y saber que va a nevar. Me gusta cantar, aunque lo haga mal, me encanta la música, sobre todo el Rock. Me gusta, me encanta, la fotografía, tanto artística como tonta. Me gusta hacer (me) fotos, verlas, disfrutar con las imágenes. Luego me gusta retocar esas imágenes, darles mi toque, poner mi esencia. Quitar lo feo y pintarlo bonito. Porque también me gusta ser feliz. Y sonreír. Y reírme de todo y de nada, llorando siempre, eso sí. Y cuando tengo un día malo, me gusta que sea malo. Me gusta disfrutar de mis depresiones, seré tonta, pero… No intentes animarme cuando esté mal, simplemente, déjame llorar y punto, se me acabará pasando. Me gusta comer chocolate. Está buenísimo. Pero que sea negro, cuanto más puro, mejor. Me gusta sentarme en la hierba y arrancarla. Y cuando hay tréboles de cuatro hojas, me gusta encontrarlos. Igual que encuentro lo bueno dentro de lo malo. Me gusta el color amarillo. Me gusta soplar las velas de una tarta de cumpleaños. Me gusta empanarme, sí señor, y lo hago de maravilla. Me gusta mirar las estrellas pensando que alguien más las estará mirando conmigo.

sábado, 22 de enero de 2011

Terminé de llorar y se puso a llover.

Creer en alguien. Apostar tu vida, regalar tu tiempo, haciendo que cada gesto merezca la pena. Para luego descubrir, ¿qué?
Esas Navidades prometieron ser especiales. Pero me fallaron.
No lo fueron.

Fue como subir a una montaña. Poquito a poco, paso a paso, despacito, sin pausa pero sin prisa. Cada vez era mejor la sensación de ascenso. Ver que estabas arriba, sentir la libertad de ver todo lo demás pequeño, y lo que tienes al lado, gigante. Tan gigante que lo ocupaba todo. Te llenaba. Y de repente, sentir tu mundo temblar, ver como esa montaña desaparecía bajo tus pies, y tú caías, y caías, y caías... No veías la hora de llegar al suelo, aterrizar por fin. Solo que esa sensación de caída, de vacío, no terminó con un aterrizaje, sino con un golpe. Te estrellaste, amor. Moriste allí mismo.

¿Creías que por una vez iba a ser diferente? Pues estabas muy equivocada, no existen los finales felices.

No hay comentarios:

Publicar un comentario